Época: Neolítico
Inicio: Año 4000 A. C.
Fin: Año 1000 D.C.

Antecedente:
Península Ibérica



Comentario

Es difícil sintetizar y proponer una reconstrucción paleoecológica para el conjunto peninsular, debido básicamente a dos motivos: a la diversidad regional por lo que se refiere a clima, geografía física y vegetación, y el parco desarrollo de estudios paleoecológicos de dicho marco. En efecto, la ecología peninsular actual sigue siendo tan compleja y rica como lo debería ser hacia el VI milenio, cuando aparecen las primeras huellas de la neolitización en la Península Ibérica. Por otro lado, a la escasez de datos disponibles, pues desgraciadamente no abundan los análisis paleoecológicos y cabe añadir que su dispersión no permite correlaciones afinadas para un ámbito tan extenso.
A caballo entre el VII y el VI milenios se documentan los inicios del periodo climático Atlántico, en la Europa central-septentrional; en la Península Ibérica se reconoce a través del registro arqueológico más tardíamente, hacia el 5000/4000 a.C. La documentación más significativa cubre la mitad oriental peninsular, y a grandes rasgos, nos permite observar una dinámica general suficientemente aceptable para los inicios de la neolitización y su desarrollo más inmediato.

Englobando el conjunto de regiones mediterráneas, para esta fase climática se documentan temperaturas más elevadas que en el periodo anterior (Boreal), así como una mayor humedad. Aparecen, de esta manera, las condiciones óptimas (optimum atlántico) para el crecimiento y la expansión de los bosques caducifolios. Estas zonas boscosas reflejan, según las áreas, un bosque de tipo mixto mediterráneo (pino, matorral, carrascas, etc.). Esta situación genera el enriquecimiento de los suelos (clima menos riguroso, depósitos aluviales estabilizados, aportaciones eólicas...) y establece las bases más adecuadas para el buen desarrollo de las primeras prácticas agrícolas. Sobre el V y el IV milenios el estudio especializado del registro (análisis polínico, estudios antracológicos, fauna, etc.) constata los primeros síntomas de la antropización del medio (cultivo, ganadería, deforestación...).

Como muestra del proceso descrito se dispone de algún trabajo paleoecológico concreto. Así, gracias al estudio detallado de los restos antracológicos de la Cova de l'Or, en el Levante mediterráneo destaca el predominio del bosque mesomediterráneo con encina hasta tiempos muy recientes. Durante la primera fase de la neolitización (horizonte cardial), los grupos humanos no modifican perceptiblemente el entorno; la transformación radical de la vegetación empieza a documentarse hacia el 5000 a.C., con el descenso del encinar y la aparición del pino blanco y la carrasca. La culminación de este proceso se produce hacia el 4000 a.C., cuando se identifica la asociación típica de las máquinas litorales, de carácter termomediterráneo. Los estudios sedimentológicos también documentan este máximo de degradación a finales del Neolítico Antiguo. En Cataluña coinciden los datos a grandes rasgos; la degradación del medio vegetal se registra en la Cova del Toll (Moià, Barcelona) hacia el 4000 a.C. y en la Cova del Frare más tardíamente, sobre el 2000 a.C.

Estos ejemplos son indicadores de un proceso general marcado, en resumen, por tres etapas: la primera, que enlaza con la mejoría climática iniciada en el Preboreal y que sigue en el mismo Boreal con un proceso lento de mejoría climática y lenta reforestación; la segunda, marcada por el optimum climático del período Atlántico y la expansión de los bosques caducifolios y, finalmente, los primeros indicios de la acción antrópica del medio con un proceso de degradación del medio arbóreo. Este esquema básico se verá sin duda perfeccionado y mejorado, por la continuación de la investigación, tanto a nivel general como particular, al poder observar las variaciones bioclimáticas locales, los desfases cronológicos y la presencia constante de paisajes-mosaico por motivos micro-geográficos.